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En el pueblo de Asís, todos aguardan al Papa con el nombre del santo

domingo, 31 de marzo de 2013

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Allí, la gente siente al Pontífice como propio. Clarín visitó el lugar.

Asís, un pueblo santo, a 2 horas de Roma

El fraile no pudo contener su alegría. En el anochecer del 13 de marzo, al anunciarse desde el balcón de la basílica de San Pedro que Jorge Mario Bergoglio había sido elegido Papa, fue al ropero, extrajo una bandera celeste y blanca que tenía allí muy bien guardada, se envolvió en ella y corrió hasta la plaza, frente a las dos grandes basílicas de Asís, a proclamar a los saltos y a los gritos su felicidad.


El padre Guillermo Spirito -el único franciscano argentino residente en la cuna de San Francisco entre más de un centenar- tenía un doble motivo para celebrar: el nuevo pontífice era de su nacionalidad y se había convertido en el primero en tomar el nombre del fundador de su comunidad, el gran santo del desprendimiento y la dedicación a los pobres.

Con el paso de las horas y de los días fue cada vez más evidente que no solo fray Guillermo estaba muy feliz en el bellísimo pueblo italiano, enclavado en la montaña, en medio de un pasaje de ensueño, sino todos los miembros de su comunidad religiosa, los vecinos y hasta los peregrinos que llegan en gran número. Es que además del nombre que el Papa número 266 eligió para ser llamado en adelante, se fueron sumando sus actitudes de sencillez y austeridad, en línea con el espíritu de San Francisco.

Así, el soplo de aire fresco que significó para la Iglesia -además de lo bien que cayó entre los italianos- la llegada a la silla de Pedro de Bergoglio, en Asís se convirtió en ventarrón. Después de la Argentina, aquí es donde el “efecto Francisco” más se hace sentir.

En este pueblito medieval de 15 mil almas -de las cuáles sólo un millar vive en el casco viejo- y por el que pasan tres millones de peregrinos por año, fray Guillermo se convirtió de la noche a la mañana en fuente de consulta de todos. ¿Es así de sencillo y austero el nuevo Papa como lo muestran los medios de comunicación? ¿Qué otras actitudes de cuando era cardenal hablan de su modo humilde y cercano a la gente pobre? ¿Por qué el primer Papa jesuita tomó el nombre del fundador de otra orden religiosa?, fueron algunas de las preguntas que, desde aquel inolvidable anochecer, el compatriota del nuevo pontífice debe responder.

“Era mi obispo en Buenos Aires porque yo soy porteño y siempre fue así”, no se cansa de repetir con orgullo. En rigor, los superiores franciscanos de todo el mundo habían quedado gratamente impresionados con Bergoglio en 2010 con ocasión de un encuentro que celebraron en Pilar. El entonces cardenal fue hasta allí para celebrar una misa y su actitud tan afable sorprendió. “¿Por qué tanto aprecio?, se preguntaban todos, recuerda el fraile. “Con su elección como Papa y la elección del nombre -se responde- se vio claramente que aquello estaba indicando una especial predilección por San Francisco”.

Y completa: “Así como de San Francisco de Borja -sucesor de San Ignacio de Loyola- se dijo que era un franciscano jesuita, Bergoglio es un jesuita franciscano porque tiene las virtudes de un buen franciscano”. Pero la elección de Bergoglio no sólo provoca aquí entusiasmo, sino que, a juicio de fray Guillermo, está obrando como un bálsamo espiritual. En ese sentido, otro fraile, de nombre Alfio, italiano de los pies a la cabeza, dice que el Papa Francisco está provocando que muchos vecinos y fieles en general que estaban alejados de la religión vuelvan.

 “Hay gente que hacía tiempo que no venían a confesarse, a comulgar o, simplemente, a rezar y lo están haciendo”, señala Fray Alfio, quien no tiene dudas de que este Papa “hará que mucha gente vuelva a la Iglesia como ocurrió hace siete siglos con San Francisco”, afirma. En verdad, muchos aquí ven posibles puntos de contacto entre lo que significó en su tiempo San Francisco, con su radical opción por la pobreza, para la renovación de una Iglesia opulenta, y lo que podría significar el papado de Bergoglio.

Esta allí la propuesta de simpleza y austeridad, para sanear una Iglesia herida por graves escándalos, con presuntos casos de corrupción y pujas de poder. Lo cierto es que las expectativas depositadas en el nuevo Papa son grandes. En lo próximo, las esperanzas están puestas en una visita a Asís del propio Papa Francisco. Aquí todos, naturalmente, quieren verlo rezando delante de la tumba del santo, hijo de una familia acomodada, que renunció a su buen pasar.

Que construyó puentes con el Islam y lo hizo nada menos que en tiempos de cruzadas. Que, en fin, promovió la paz y el respeto por la naturaleza. Que murió a los 44 años y fue canonizado en tiempo récord. Que originó un emblemático santuario -con basílicas donde Giotto estampó magníficos frescos-, sede en las últimas décadas de históricos encuentros interreligiosos, ahora revitalizado por un Papa argentino que tomó su nombre y quiere vivir su espíritu.
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