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“Deseo un Papa que hable con libertad profética, y anuncie el Evangelio con audacia”

domingo, 31 de marzo de 2013

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Prior General de los Agustinos Recoletos

Miguel Miró: “Deseo un Papa que hable con libertad profética, y anuncie el Evangelio con audacia”

“La Nueva Evangelización pasa por dejarnos evangelizar; conocemos el Evangelio, pero hace falta que lo hagamos vida”

José Manuel Vidal, 21 de marzo de 2013 a las 18:01

 Hay muchas personas que sufrimos al ver la injusticia, pero este sufrimiento es a la vez un impulso interior para que seamos profetas de nuestro tiempo
Miguel Miró, prior general de los Agustinos Recoletos/>

Miguel Miró, prior general de los Agustinos Recoletos

  • Miguel Miró, prior general de los Agustinos Recoletos
  • Miguel Miró, prior general de los Agustinos Recoletos
(José Manuel Vidal).- Miguel Miró es el prior general de los Agustinos Recoletosdesde el año 2010. Catalán, arquitecto técnico, fue anteriormente vicario general de una de las órdenes mendicantes con mayor raigambre y más conocidas en España. Comenzó la página web de los Agustinos, donde tiene un blog, y opina que la Nueva Evangelización "pasa por dejarnos evangelizar". "Conocemos el Evangelio", explica, "pero hace falta que lo hagamos vida".
Durante la entrevista, realizada en Roma antes del cónclave, Miró confesaba desear un nuevo papa "que hable con libertad profética para denunciar todo aquello que no funciona, y que anuncie el Evangelio con audacia". Parece que el Espíritu escuchó sus ruegos con Francisco.
El general de los Agustinos Recoletos piensa que el problema de la vida religiosa "no es el número de vocaciones, sino nuestra calidad de vida evangélica"; y concluye con un mensaje de ánimo ante los tiempos difíciles: "Hay muchas personas que sufrimos al ver la injusticia, pero este sufrimiento es a la vez un impulso interior para que seamos profetas de nuestro tiempo".
¿Agustinos Recoletos, como la calle Recoletos de Madrid?
Sí, es que allí teníamos nuestro convento antes de la desamortización. Después la calle se quedó con ese nombre.
¿Fuiste uno de los creadores de la página web de los Agustinos?
Sí, hace ya 5 años, cuando estaba de vicario. Nos costó mucho, porque era crear un ambiente, y al principio no sabíamos cómo. Poco a poco buscamos ayuda de profesionales. Nos vino muy bien, porque somos una orden muy dispersa y no teníamos aún una página institucional.
¿Hay que estar en la red?
Sí, yo lo veo inevitable.
¿Qué lección crees que ha dado el Papa con su renuncia? ¿Qué nos quiso decir con ese gesto?
Para mí es un gesto de humildad, de responsabilidad y de servicio a la Iglesia; y una forma también de entender el cargo (el gobierno de la Iglesia) como un servicio. No sólo como algo personal o de manifestación propia, sino como un servicio, ante el que llegado un momento uno no puede responder. Por eso lo veo como un acto de sinceridad.
¿Hay algo de crítica al poder, entonces?
Yo creo que todo cargo, todo ministerio en la Iglesia es un servicio. Sería una pena que entendamos el sacerdocio o la vida religiosa como un afán de protagonismo, de sobresalir o de destacar. Creo que es un error. Justamente el Evangelio lo que nos enseña es el servicio, que el amor se haga servicio. Creo que es fundamental. Entonces, no sé si explícitamente lo es, pero sí veo una acción de Dios a través de este gesto del Papa, para mí muy significativa.
¿Cree que con su sacrificio personal el Papa, de alguna manera, está marcando la hoja de ruta?
Para mí sí.
¿Cuántos años se es prior general dentro de una orden como la vuestra?
Seis años, con posibilidad de reelección por otros seis. Pero a mí no me parece bien. Yo creo que en 6 años uno puede dar lo mejor de sí mismo, abrir caminos, hacer propuestas, y dejar el próximo empujón para el siguiente. Lo que quizá sí es necesario es que haya continuidad a la vez que innovación. Lo que veo a veces en las parroquias es que viene un párroco y hace tal cosa, luego ponen a otro y la quita, etc. Creo que el pueblo de Dios se merece un respeto, al igual que en una orden religiosa se aporta lo que se tiene a la comunidad.
¿Le parecería bien que los cardenales y los obispos tuvieran el mismo sistema, de rotación cada 6 o 12 años? ¿No se evitaría así el carrerismo que tanto ha denunciado el Papa emérito?
Ya tienen una edad de jubilación, lo que pasa es que a veces lo van alargando. El Papa lo ha denunciado, sí. Ese afán que a veces hay de poder. Eso siempre corrompe un poco, y se ve en la sociedad. Pienso que, si tenemos que dar un mensaje, es de transparencia, de libertad y de respeto. Nosotros hacemos una aportación desde la fe a la sociedad y al mundo. Así tiene que ser.
¿Rompe eso la imagen y el prestigio de la Iglesia como autoridad moral?
Sí, así es. Nosotros tenemos que hacer nuestra propuesta desde nuestra experiencia, pero sin impedir a otras generaciones que desarrollen también sus soluciones.
¿Con qué papa sueña?
Le he dado vueltas en la oración, y creo que lo que le pido al Señor es que el papa tenga cinco cosas: lo primero, que sea un hombre de fe y un hombre de oración, que tenga una profunda experiencia de Dios y que hable con libertad, con libertad profética para denunciar todo aquello que no funciona; y que anuncie el Evangelio con audacia, tranquilamente, sin miedo, sin componendas, haciendo una propuesta a nuestra sociedad plural desde la convicción de la fe.
¿No se debería suponer que cualquier papable sería un hombre de fe?
Sí, se debería suponer. Pero yo me refiero a que sea una fe viva, que surge del contacto con el servicio y que siempre nos hace reaccionar internamente abriéndonos a una realidad nueva. El Señor siempre nos desconcierta.
Es decir, ¿que sea un hombre espiritual?
Sí, profundamente espiritual. El segundo aspecto sería que fuera un buen pastor, un hombre sencillo y con autoridad evangélica. Un hombre cercano, que dirija a la Iglesia con firmeza (que no deje pasar todo), pero a la vez y con bondad, buscando el bien de la gente.
¿Cómo Juan XXIII, "el Papa bueno"?
Sí, bueno y abierto a la acción del Espíritu, que lo lleve adelante. Si es Papa, tiene que ser un buen pastor. Ésa sería la segunda cualidad, y la tercera que pediría es que fuera un papa con espíritu renovador. Con la vitalidad del Evangelio, que renueva continuamente todas las cosas. En el plano personal, la renovación es conversión; y en el plano de Iglesia, buscar lo genuinamente evangélico. No significa tirar todo lo viejo; hay tradiciones antiguas que son necesarias y que hay que mantener. Pero hay otros aspectos que entorpecen, estructuras que a veces dificultan una fluidez de comunicación, una facilidad de vida de la Iglesia. Entonces, si nos aferramos a cuestiones de escuela, de personalismos... impedimos que se dé esa renovación que viene del Espíritu, que nos hace más auténticos y más fieles. Y además de eso, buscar las sanas tradiciones, como dijo el Concilio Vaticano II, que no ha terminado, porque el Espíritu sigue actuando a través de las personas que vivimos hoy. Pero claro, para eso tenemos que estar abiertos al Espíritu, ser humildes y sencillos.
¿Por qué parece que la Iglesia siempre va como a remolque de la sociedad civil? ¿Tanto cuesta esa renovación?
Se nos achaca esto, es cierto, pero puede ser que a veces la sociedad dice lo que dice la mayoría, y a la vida religiosa le toca ir a contracorriente. No siempre nuestros gestos y nuestras acciones son comprendidos. A veces hay situaciones deshumanizantes ante las que nosotros tenemos que ser muy claros. La renovación también implica libertad para proclamar las cosas. A veces no gustará, pero no podemos hacer un sincretismo religioso, sino ser coherentes con aquello que proponemos. Que nuestros gestos sean significativos y nuestros signos inteligibles. A veces tenemos mucha dificultad con el lenguaje para llegar al corazón de la gente. Yo estoy convencido de que en el fondo de toda persona hay una necesidad de Dios, de encontrarse a sí mismo, de amar, de fiarse de los demás... En medio de una sociedad que nos hace desconfiados.
¿Se nota que la gente está buscando? ¿La Iglesia no puede ofrecerles eso que están buscando?
Yo lo percibo, sí.
¿Cuál sería el cuarto aspecto del perfil del papa que le gustaría?
Que fuera un papa que trabajase por la paz y por la justicia y que no fuera político (en el sentido de no decir algo para que no se molesten, por ejemplo), sino un hombre auténtico que denuncie la corrupción, tantas situaciones que hay en este mundo de guerra y de abuso, y de las que (no sólo el Papa), todos somos, de alguna manera, cómplices o partícipes.
Lo que dice el Papa sale en todos los medios de comunicación y llega a todo el mundo. ¿Tiene, en ese sentido, más responsabilidad? ¿Falta su denuncia?
Sí, llama la atención. Hay tanta gente que no tiene trabajo, países en los que la gente muere de hambre, en los que la gente todos los días se está matando... y parece que no pasa nada. La guerra de Siria ya no es noticia, ya tenemos otras cosas con que ocupar la gente. Parece que no hay nada que decir. ¿De dónde salen las armas? ¿Quién se beneficia? Creo que ante esto debemos mostrar una postura de fe. Por eso pediría un papa que tenga esta libertad profética para trabajar por la paz y por la justicia.
¿Hay algún candidato que cumpla esos requisitos?
No sé si un cardenal, pero creo que sí ha gente así. El Espíritu fuerza desde dentro. Hay muchas personas que sufrimos al ver todo esto, y este sufrimiento es a la vez un impulso interior para que seamos profetas de nuestro tiempo. Aunque no seamos comprendidos (porque, de hecho, los santos así lo hicieron). La santidad va por ahí: ser fiel a la acción de Dios hasta dar la vida. Eso es el Evangelio.
¿Cree que al final la Iglesia siempre consigue encontrar a la persona adecuada?
Sí. El hombre perfecto sólo es Jesucristo, que es Dios y hombre; los demás tenemos aspectos positivos y negativos. Estos días leía las declaraciones de algunos cardenales diciendo que no tiene prisa, que lo que quieren es encontrar a una persona que responda a las necesidades que tiene la Iglesia, y para eso se tiene que hacer un discernimiento.
¿Hace falta alguien que encarne en sí mismo el Evangelio? ¿Debería ser un hombre amable, tierno, sonriente...?
Sí. Un hombre que transmita la serenidad y la paz del espíritu, y que tenga la libertad de decir las verdades a la cara de quien sea. A mí siempre me ha asombrado la naturalidad con la que hablaba la Madre Teresa. Pero es que, claro, había una coherencia de vida detrás de sus palabras.
Hay formas que son de una época, de un tiempo, y que pueden cambiar o se puede mantener. Pero no debemos quedarnos en lo meramente exterior.
¿Tenemos que recuperar la alegría de ser cristianos?
Sí, éste es precisamente el último aspecto que iba a señalar del papa que deseo. Creo que el Papa tiene que ser un buen comunicador, un hombre que llegue al corazón con su palabra, y que aliente la fe, la caridad y la esperanza de los católicos; y que a la vez sea luz para aquellas personas que no creen y para tantas otras que buscan a Dios. Creo que hay personas que perciben esta inquietud interior, y que están buscando. A nosotros nos ven, pero, ¿somos respuesta para lo que ellos buscan? Ahí es donde entra el testimonio de la fe que a lo largo de los siglos ha tenido que ir dando la Iglesia, más o menos claramente.
¿Convence más un testimonio personal que un discurso?
Sí. Siempre hay personas que transmiten una imagen estudiada o falsa, pero la sinceridad de quien lo vive y está convencido siempre llega.
¿Esas pautas son las que intentáis vivir en la vida religiosa?
Debería ser así. A eso es alo que animamos a los hermanos en nuestros capítulos y en nuestras reuniones, pero nos falta coherencia. Pienso que el problema de la vida religiosa no es el número (que seamos muchos o pocos, o que las vocaciones antes fueran europeas y ahora sean americanas), sino nuestra calidad de vida evangélica. Ahí está la clave, porque para nosotros es fundamental la vida comunitaria. Ha habido circunstancias o etapas en que la forma de entender la vida religiosa (regulada por el Derecho Canónico) en las que lo carismático pasaba un poco más desapercibido. Pero creo que en esto se ha avanzado. En el Concilio Vaticano II se nos induce a vivir el propio carisma. Pero en realidad nos falta.
¿Es decir, que cree usted que las órdenes tienen que volver a la radicalidad de los carismas primitivos?
Sí, a evangelizar nuestra vida, como dijo Aparecida y como dijo el último Sínodo. La Nueva Evangelización pasa por dejarnos evangelizar. Conocemos el Evangelio, pero hace falta que lo hagamos vida.
En esas coordenadas, ¿la vida religiosa no tiene por qué desaparecer, a pesar de los que dicen que es de otra época?
No, no tiene por qué morir. Me alegro de que haya nuevos movimientos, y ojalá hubiera más, ojalá hubiera muchos sacerdotes... La Iglesia es comunión, así que lo que no podemos hacer es decir "esto sirve, aquello ya no". La vida religiosa es una vida de seguimiento de Cristo. Queremos amar como amó Cristo y hacer presentes en el mundo de hoy sus consejos evangélicos, viviendo en comunidad. Esto es válido en la medida en que lo vivamos, y en la medida en que no sea un estereotipo, una envoltura, una forma exterior. Pero la radicalidad evangélica no va a desaparecer.
¿Es decir, que en la Iglesia, cuanto más se sume, mejor?
Efectivamente. La Iglesia es pluralidad, y cada congregación es como una vidriera de la catedral: cada una tiene que aportar una tonalidad diferente, un color que transmite determinada luz. Una pluralidad de vivencias. Eso es el Evangelio encarnado en diferentes servicios sociales, ministerios y carismas.
¿Cuál es vuestro carisma específico, siendo una orden que viene de San Agustín?
San Agustín vivió del año 354 al 430. Cuando muere vienen las invasiones bárbaras al norte de África, y desaparecen los monasterios agustinianos. Luego, en el año 1254, el Papa Alejando IV, unió a unos grupos de ermitaños de la Toscana que tenían las reglas de San Agustín; y como los franciscanos tenían su padre fundador, los dominicos también, nuestro padre fundador (adoptivo) es San Agustín, porque ellos tomaron conciencia de ser Agustinos. De ahí surgió la orden. Luego, en el año 1588 en España, en la provincia de Castilla, hubo una renovación y surgió el deseo, la inquietud de vivir una vida más evangélica, de mayor pobreza y austeridad; y una vida comunitaria más auténtica. Así surgió la recolección (la reforma) de los Agustinos. Por eso nos llamamos Recoletos. De recogida. Porque lo que se quería era una vida de más oración y meditación, uniéndose a Cristo de manera efectiva y recuperando la interioridad agustiniana. Así nació la orden religiosa, que fue de misiones a Filipinas buscando poner en práctica del servicio de la Iglesia. Posteriormente, con la desamortización del año 1835, al gobierno le interesaba mantener a los frailes en Filipinas para mantener la colonia, así que la orden tomó un cariz misionero. De ahí que ahora estemos en 19 naciones.
¿Seguís manteniendo el "ora et labora"?
Eso es de San Benito, pero sí, nosotros no tenemos una vida monástica (porque somos mendicantes), pero tampoco tenemos una vida apostólica como las congregaciones nuevas, que están quizás más centralizadas. Nosotros tenemos cierta autonomía y una dimensión contemplativa; y para nosotros es muy importante la vida comunitaria, como también el apostolado.
¿Sois una mezcla de frailes y monjes?
Sí. Hemos perdido algunos aspectos, como puede ser por ejemplo tener más proyectos en común, que es lo que creo yo que tenemos que recuperar: compartir los bienes espirituales, no sólo los materiales; compartir la fe y transmitirla, recuperar una oración más agustiniana, hacer oración de verdad (en vez de cumplir las medias horas que tenemos establecidas), vivir la experiencia de Dios... Es lo que la gente está pidiendo. Creo que todo esto es importante.
Y ese carisma, ¿en qué obras lo plasmáis? ¿Parroquias, colegios...?
Nosotros no tenemos definido un campo. Estamos al servicio de la Iglesia, donde haga falta.
¿Quién os mandó, por ejemplo, a Sierra Leona?
El prior general lo propuso en el capítulo general, y una provincia lo aceptó. A veces son los obispos los que acuden a proponernos por qué no vamos allí o aquí. En estos momentos, como ha aumentado la media de edad, es más difícil. En España, por ejemplo, que hay más religiosos mayores, es más difícil. Pero nuestra disponibilidad está al servicio de la Iglesia.
¿Cuántas parroquias tenéis en España?
Santa Rita y Santa Mónica en Madrid, además de colegios agustinianos. También tenemos parroquias en Valladolid, en Granada, en Chiclana...
¿Y fuera de España?
Tenemos colegios en Brasil, en Argentina, México, Panamá, Guatemala...
¿Cuántos sois en total?
1093. Cuando más hemos sido hemos llegado casi a los 1400.
¿No habéis tenido un descenso tan acusado como otras congregaciones?
No. Ahora la mayoría de vocaciones son americanas o filipinas en vez de españolas, pero nos mantenemos.
¿Habéis analizado ese fenómeno, de por qué no hay vocaciones en España?
Hemos hablado muchas veces de esto, y creemos que hay un aspecto exterior y otro interno. El sistema antiguo, de buscar muchachos, llevarlos a un seminario menor, etc., hoy en día es un planteamiento inadecuado, porque los muchachos tienen que crecer con sus familias, en un ambiente abierto y demás. Lo que sí hace falta es un acompañamiento, movernos en la pastoral juvenil y hacer ofertas claras. Entender la vida como una vocación. Uno puede ser religioso o ser laico y ser un santo cristiano, si está llamado a eso; o también puede ser sacerdote secular y descubrir la propia vocación. Por ahí tendría que ir el planteamiento de la pastoral juvenil: abierta y de disponibilidad. Transmitiendo la alegría de vivir la fe, que da sentido al sufrimiento y a las dificultades que hay en todos los lugares. Hay que ofrecer un plus, en especial a la gente joven.
¿Cómo ves el futuro de la orden a medio plazo?
Tengo esperanza en el futuro, pero puesta sobre todo en una renovación a fondo. A raíz del último capítulo iniciamos un proceso de revitalización y reestructuración, para reorganizar nuestra vida (nuestra forma de vivir en las comunidades) y poder responder a los retos de la Nueva Evangelización. Tenemos 8 provincias, y hay algunas muy pequeñas. Algunos dicen que hay que mantenerlas, porque es verdad que en un tiempo tuvieron sus casas de formación, se conocían... Pero hoy en día, si no pueden ofrecer una formación permanente, o una pastoral juvenil o vocacional con personas cualificadas, una unión por una unión no sirve de nada. Si vamos a seguir haciendo lo mismo de la misa manera, pudiendo unir las provincias de España, lo que estamos haciendo es alargar nuestro final. Se trata de descubrir aquello que vale la pena del carisma, y saber ofrecerlo y transmitirlo.
Lo de ser españoles y no españoles te da una visión universal. Sales del enfoque localista (porque ver las cosas desde Europa a veces es verlas desde una mentalidad un poco "derrotista" y envejecida). No todo responde a nuestros esquemas calculados y materialistas.
¿Se enriquece la vida religiosa cuando se entra en contacto con otras mentalidades y con otras geografías?
Sí, aunque cuesta. También tiene su dificultad, porque todos tenemos nuestra cultura y nuestras referencias. Pero este juego de valores da una visión mucho más amplia del mundo y de la vida, y te hace relativizar aspectos que no son importantes para descubrir más aquello que de verdad vale la pena.
Y ante la situación que estamos viviendo actualmente en países como España o Italia, ¿tienes esperanza?
Yo desearía que hubiera personas honradas, honestas, transparentes, coherentes con lo que dicen... para evitar estas manipulaciones. Basta que uno sea de un partido para que eche en cara al otro lo que ha hecho. Es la corrupción establecida. Todo da igual, salvo que te pillen. Todo esto nos hace daño, humana y espiritualmente.
Parece que uno no puede decir "estoy casado, feliz con mis hijos, y pienso convivir con mi mujer toda la vida". Eso es un valor, y por lo menos debe haber la libertad para poder expresarlo. La libertad de expresión es un derecho humano. No se entiende que porque uno diga que es católico o es sacerdote le acusen de ser de derechas. A mí que me dejen de derechas y de izquierdas, porque tengo dos manos, y las necesito a las dos. Estas cosas no me interesan. Sé lo que me conviene o no me conviene según el Evangelio.
Creo que faltan personas libres que cuestionen muchas cosas que parecen intocables. ¿Que hay conservadurismo? Puede ser. Pero yo creo que, igual que hay que ser innovador, hay que conservar cosas. Hay demasiado maniqueísmo. Pero lo bueno es bueno y lo malo es malo según quién lo dice. Por eso tenemos que tener libertad interior, fe, alegría de vivir y empeño por confiar en el Señor. Al fin y al cabo, esta vida es un peregrinar y vamos hacia la casa del Padre.
La fe en un Dios que nos ama nos da fuerza para afrontar las dificultades, no para evadirnos de las responsabilidades de este mundo. Tenemos que recuperar la fuerza de la fe con esta dimensión profética, de denuncia, siendo consecuentes con nuestra propia vida.
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