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El Perón de los Papas

lunes, 18 de marzo de 2013

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Crónica en el Vaticano. Jorge Bergoglio, admirador del General, llegó a gobernar la Iglesia de una manera similar: con un gran consenso entre los cardenales.
Francisco, siempre cerca de los fieles. Una predisposición que se refleja en cada ceremonia (EFE).
Alicia Barrios
Enviada especial al Vaticano

Al Angelus del Papa llegó más gente a Roma que para los funerales de Juan Pablo ll. Millones de personas querían ver a Francisco, quien a primera hora de la mañana hizo de las suyas. Cuando salió de dar misa en Santa Ana, lo esperaban miles de fieles y, con la tranquilidad que lo caracteriza, saludó a todos los que podían acercársele y bendijo a todos los que se arremolinaban a diestra y siniestra.

La custodia estaba sin aliento, pero con buena predisposición para aggiornarse, al estilo de Bergoglio. Hay que seguirlo. Camina rápido. Tiene una vitalidad envidiable. Su admiración por Juan Domingo Perón, que jamás ocultó, lo llevó a estudiarlo. Fue el mejor alumno del General, quien desde algún lugar del cielo lo debe estar monitoreando, orgulloso de este hijo pródigo. Atento a esta información, no se puede pasar por alto que en la práctica, en los cónclaves de cardenales, aplicó todo lo que sabía.

Ejerce un liderazgo, sin esfuerzo, sobre todos los demás, en un ámbito que no es sencillo. Habla de manera llana, todos lo entienden. La jerarquía eclesiástica tiene parámetros diferentes a cualquier otro espacio de poder en el mundo. Bergoglio pudo. Desde ese bajísimo perfil, cuando nos encontramos el lunes previo al cónclave, en la Plaza San Pedro, lo vi con la humildad de siempre, que lo caracteriza, y recordé lo que con humor se afirma en este ámbito: hay tres cosas que Dios no sabe. Sólo tres: cuánto dinero manejan los salesianos, cuántas congregaciones de monjas hay y qué piensa un jesuita. Hace mucho tiempo percibí, porque tiene un alma transparente, que él estaba haciendo, sin proponérselo, lo necesario para ser Papa. Y tuve la percepción de que iba a llegar. “Bergoglio va a llegar -pense entre mí- porque es el Perón de los Papas”.

También me até los dedos y me amordacé a mí misma, para no repetirlo ni publicarlo antes que se cumpliera el deseo. En su jerarquía eclesiástica nadie como él tuvo el compromiso con los pobres y carenciados después de Angelelli o De Nevares. Al mismo tiempo, una sensibilidad que no es para cualquiera. Siente compasión por las prostitutas. Cuando se enteró del sufrimiento, el dolor y las malas muertes que tenían, le pidió al padre César que, con su banda Los Pecadores, les dedicaran una canción. Le contó la historia de una amiga suya, que tras ejercer el oficio más antiguo del mundo había tenido un final triste y solitario en un hospital. El padre César atendió su pedido y compuso “Almitas en pena” para rendir homenaje a este recuerdo.

El compromiso de Bergoglio, con quienes sufren, no tiene fin. Cuando uno cree que el mundo está perdido, que la desesperanza, la incertidumbre arrebatan el futuro, va por más, redobla la apuesta y cambia a la Iglesia. La acerca al pueblo. Por ser como es, a pocos les convenía que fuera Papa. Compartí en silencio, a su lado, las campañas más mentirosas acerca de él. “No va a ser Papa porque está viejo, tiene achaques, es un hombre enfermo. Hay que descartarlo”. Esta letanía la oí hasta en la fumata blanca, cuando no se sabía quién iba a ser el futuro Papa, y de colegas, que después morían por besarle la mano. Pero a la sensibilidad y compromiso con los necesitados y a ese ser misericordioso que hoy recordó en el Angelus (“Dios no se cansa de perdonar”, dijo ante la multitud que colmaba la plaza).

Gente de todo el mundo que llegó a una Plaza San Pedro inundada de entusiasmo y fe. El Vaticano es una gran fiesta. Los católicos recuperamos el espíritu de la celebración.Y volviendo a él, a ese compromiso por los pobres que Perón también tenía, hay que sumarle la vocación de poder hacer. Francisco tiene sensibilidad, vocación de poder hacer y sabiduría. Tres condiciones de un gran conductor de la grey católica.

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