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“Sacar el odio y vivir sin egoísmos ni maldad”.

sábado, 30 de marzo de 2013

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“A veces me canso, pero en noches así siento que todo vale la pena”

Lo aseguró ayer el padre Ignacio Peries al cierre de la 34ª edición del  tradicional Vía Crucis en barrio Rucci, en el que pidió “sacar el odio y vivir sin egoísmos ni maldad”.

Los fieles colman la avenida de los Granaderos, a metros del acceso a la autopista a Santa Fe. Allí el padre Ignacio dio la bendición final y pidió que rezaran por él.

El cruce de calle Baigorria y Camino de los Granaderos estuvo cortado al tránsito desde muy temprano. Cuando el padre Ignacio terminó con el oficio del Viernes Santo en una parroquia que desbordaba de fieles, la gente comenzó a movilizarse hacia uno de los puentes peatonales, sobre la avenida Circunvalación, para alinearse detrás de la primera cruz.
Un importante despliegue de 190 policías más 95 efectivos de la escuela de policías, se encargó de llevar seguridad al predio. En el barrio también se desplegó personal sanitario, agentes de la GUM y de Tránsito.
Obviamente, tampoco faltaron los vendedores ambulantes y las fotos del Papa Francisco. Por las calles del Rucci dejaron más que en evidencia su fe jóvenes y familias con chicos pequeños.
En Discépolo 2529, Soledad Brouer montó su propio altarcito en la puerta de su casa. Allí se sentó y rezó emocionada mientras se lamentaba por no poder hacer el Vía Crucis porque estaba recién operada.
Otros vecinos, como Diego y Carina Mendoza, no veían la hora de que la procesión llegara hasta las puertas de su casa, sitio elegido para la octava estación del Vía Crucis. Allí también había un altar donde los fieles dejaban papelitos con sus intenciones.
En Discépolo 2498, la familia Scándolo también acondicionó un altar ya que su casa fue elegida para montar la novena estación.
Entre la multitud se encontraba Débora, una mujer que vive en Pisa (Italia) y desde hace dos años viene a Rosario a participar del Vía Crucis del padre Ignacio. Anoche caminaba por las angostas calles de barrio Rucci junto a sus tres hijos. Emocionada, contó que el del medio se llama Ignacio en homenaje al sacerdote. "Nació con dos soplos en el corazón. Entonces vino mi mamá con su foto para pedirle al padre Ignacio la bendición. Y mi hijo se sanó, acá lo ves", dijo mientras remarcaba que sólo viene cada año de Italia a agradecer.
María, en tanto, una ecuatoriana de 25 años se mostró conmovida. Vino a conocer Argentina hace cinco meses y puso un puesto de artesanías donde vende quenas, pulseras y hebillas. Anoche estaba maravillada. Lucía una larga trenza y un atuendo propio de su país. "Es conmovedor ver a tanta gente rezando", indicó.
En una de las estaciones Ignacio tampoco se privó de hablar en inglés, "para que me entiendan amigos y la gente que me sigue desde mi lejano país", dijo en alusión a Sri Lanka. Sobre el filo de la medianoche llegó la bendición final. "Recen por mí", pidió el sacerdote.
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